
Ya lo dije, nunca suelo reir de la muerte, pero sí conozco su blanco rostro, su tétrica vestimenta.
Yo no me río de la muerte. Sin embargo, conozco su blanca casa, conozco su blanca vestimenta, conozco su humedad y su silencio.
Claro está, la muerte no me ha visitado todavía, y ustedes preguntarán ¿qué conoces? No conozco nada. Es cierto también eso. Empero, sé que al llegar ella yo estaré esperando, yo estaré esperando de pie o tal vez desayunando. La miraré blandamente (no se vaya a asustar) y como jamás he reído de su túnica, la acompañaré, solitario y solitario.
Javier Heraud Perez
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