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domingo, 27 de octubre de 2013

Jeux d'enfants

Felicidad en estado puro, bruto, natural, volcánico. ¡Grandioso! Era lo mejor del mundo. Mejor que la droga, mejor que la heroína, mejor que la coca, crack, porros, hierba, marihuana, éxtasis, canutos, anfetas, trips, ácidos, LSD. Mejor que el sexo, que una felación, que un 69, una orgía, una paja, el kamasutra, las bolas chinas. Mejor que la comida y la mantequilla de maní que comía de pequeño. Mejor que la trilogía de George Lucas, que el fin del milenio. Mejor que los andares de Emma Pill, el baile de Marilyn Monroe, la Pitufina, Lara Croft, Naomi Campbell y que el lunar de Cindy Crawford. Mejor que la cara B de Abbey Road, que los solos de Jimi Hendrix. Mejor que el pequeño paso de Neil Armstrong sobre la Luna, el Space Mountain, Papá Noel, la fortuna de Bill Gates, los trances del Dalai Lama, las experiencias cercanas a la muerte, la resurrección de Lázaro. Mejor que la testosterona de Arnold Schwarzenegger o el colágeno de los labios de Pamela Anderson. Mejor que Woodstock y las raves más orgásmicas. Mejor que las drogas del Marqués de Sade, Arthur Rimbaud, Jim Morrison y Castaneda. Mejor que la libertad. Mejor que la vida.

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