…La resolución de ese gran enigma consistente en saber para qué cuernos está uno aquí, y por qué le ha sido dada una facultad expresiva peculiar, sólo puede quizá entreverse al cabo de una extenuante cacería espiritual. Es aquí donde el viaje, el amor, la felicidad y la infelicidad se insertan como llaves en la medida en que uno los provoque. Para mi vecino de al lado (un plácido biólogo) París es —sic— “una ciudad incómoda donde no hay buenos cafés.” Para mí, en el apéndice de experiencias a veces extenuantes, esto es el punto donde la placa del microscopio se vuelve de pronto nítida después de tanta vida pasada en el ajuste minucioso del lente. No dura más que un segundo, pero en ese segundo. Veo lo que yo tendría por hacer si no fuera tan incapaz. Veo lo que espera del otro lado de esto que llamamos realidad. Cuando recaigo en el poema sé que lo que escribo tiene menos de creación que de mostración. En Buenos Aires inventaba; aquí siento (¡tan raramente, pero con tanta fuerza!) que nada verdadero es inventado…
Julio Cortázar - 30 de mayo de 1952
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