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domingo, 8 de diciembre de 2013

El cielo sobre Berlín (Der Himmel über Berlin) de Wim Wenders

Cuando el niño era niño andaba con los brazos colgando, quería que el arroyo fuera un río, que el río fuera un torrente y que este charco fuera el mar. Cuando el niño era niño no sabía que era niño, para él todo estaba animado y todas las almas eran una. Cuando el niño era niño no tenía opinión sobre nada, no tenía ninguna costumbre, se sentaba en cuclillas, tenía un remolino en el cabello y no ponía caras cuando lo fotografiaban. Cuando el niño era niño era el tiempo de preguntas como: ¿Por qué yo soy yo y por qué no tú? ¿Por qué estoy aquí y por qué no allí? ¿Cuando empezó el tiempo y dónde termina el espacio? ¿Acaso la vida bajo el sol no es sólo un sueño? Lo que veo y oigo y huelo ¿no es sólo la apariencia de un mundo ante el mundo? ¿Existe de verdad el mal y gente que realmente son malos? ¿Cómo puede ser que yo, el que soy, no fuera antes de devenir, y que un día yo, el que yo soy, no sea más ese que soy? Cuando el niño era niño le costaba tragar las espinacas, los arvejas, el arroz con leche y la coliflor al vapor y ahora come todo, no sólo por necesidad. Cuando el niño era niño alguna vez despertó en una cama extraña y ahora lo hace seguido. Muchas personas le parecían bellas y ahora sólo en ocasiones con suerte. Imaginaba claramente el paraíso y ahora como mucho lo adivina. No podía pensar en la nada y hoy se estremece ante ella. Cuando el niño era niño jugaba entusiasmado y ahora se concentra como antes sólo si se trata de su trabajo. Cuando el niño era niño las manzanas y el pan le bastaban de alimento  y todavía es así. Cuando el niño era niño las moras le caían en la mano como sólo caen las moras  y asi es todavía; las nueces frescas le ponían áspera la lengua y así es todavía; encima de cada montaña tenía el anhelo de una montaña más alta y en cada ciudad el anhelo de una ciudad aun más grande y siempre es así todavía. En la copa del árbol tiraba de las cerezas con igual deleite lo hace hoy todavía; se asustaba de los extraños como todavía se asusta; esperaba las primeras nieves y todavía las espera. Cuando el niño era niño lanzó un palo como una lanza contra el árbol y hoy vibra así todavía.

Poema escrito por Peter Handke para esta películade 1987, conocida también como Las alas del deseo.

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