Blake lo entendía. Se lo tomaba como si fuera un chiste, pero lo entendía. Veía las grietas en la sociedad, veía cómo los hombrecitos enmascarados intentaban que no se hicieran más grandes. Contempló el verdadero rostro del siglo XX y optó por convertirse en un reflejo, en una parodia de él. Nadie más entendió el chiste. Por eso se encontraba tan solo. Esto me recuerda a un chiste: Un hombre va al médico. Le cuenta que está deprimido. Le dice que la vida le parece dura y cruel. Dice que se siente muy solo en este mundo lleno de amenazas donde lo que nos espera es vago e incierto. El doctor le responde "El tratamiento es sencillo. El gran payaso Pagliacci se encuentra esta noche en la ciudad. Vaya a verlo. Eso lo animará". El hombre se echa a llorar y dice "Pero, doctor... yo soy Pagliacci".
Es un buen chiste. Todo el mundo se rie, suena un redoble y cae el telón.
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