Diosa y mortal, mujer y niña, virgen y puta, la actriz ha recorrido por completo el imaginario simbólico.
Quizás Marilyn Monroe representó nuestra última y más amada santa del siglo. Su maravilloso cuerpo fue sacrificado a su público como adoración. La muerte prematura constituye una trágica pero también necesaria condición para ser santificada.
(All the available light : A Marilyn Monroe reader de Yona Zeldis McDonough)
Es una hermosa criatura. No lo digo en el sentido evidente, en el aspecto quizá demasiado evidente. No creo que sea actriz en absoluto, al menos en la acepción tradicional. Lo que ella posee, esa presencia, esa luminosidad, esa inteligencia brillante, nunca emergería en el escenario. Es tan frágil y delicada que sólo puede captarlo una cámara. Es como el vuelo de un colibrí: sólo una cámara puede captar su poesía (...) Ya se iba la luz. Ella parecía desvanecerse con la claridad, mezclarse con el cielo y las nubes, retroceder y ocultarse detrás. Yo quería alzar la voz por encima de los gritos de las gaviotas y preguntarle: Marilyn, Marilyn, ¿por qué todo tuvo que salir así? ¿Por qué es una mierda esta vida? (Una adorable criatura de Truman Capote)
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