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domingo, 3 de noviembre de 2013

Para matar a un ladrón de libros - Capítulo 11

El motivo por el que tanto le repugnaban las lluvias, era una página que no se atrevía a leer; no por temor, sino por sentir el mero placer masoquista de saberse alguien patéticamente enamorado de su tristeza y su existencia irresoluta. Limitación sosegada a la mañana siguiente, ni bien se puso el piloto, salió de su casa y comenzó una larga caminata hasta el centro de la ciudad, tratando de no pensar en nada, ni en el mensaje de texto de la noche anterior, o el orín incesante pugnando por abrir otras puertas de su memoria; y así sucedió: en su mente comenzaron a yuxtaponerse, como los avances de una película de acción, sus máximos logros en el oficio del latrocinio de volúmenes.
 
Fernando Cabrera

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