La Tierra, incluso la palabra me parecía extraña, desconocida. ¿Cuánto tiempo hacía que me había ido? ¿Cuánto hacía que había vuelto? Intenté encontrar el ritmo del mundo en el que solía vivir. Seguí la corriente, me mantuve silencioso, atento, hice un esfuerzo consciente por sonreír, asentir, ponerme en pie y realizar los millones de gestos que constituyen la vida en la Tierra. Estudié esos gestos hasta que se convirtieron de nuevo en reflejos, pero me sentía acosado por la idea de que a ella la recordaba mal, de que de algún modo estaba equivocado en todo esto.
Desnudos los cadaveres se habrán unido con el hombre del viento y la Luna del ocaso, cuando sus huesos estén rebañados y pulverizados, los limpios tendrán estrellas a sus codos y a sus pies. Aunque se vuelvan locos serán cuerdos. Aunque se hundan en el mar emergerán de nuevo. Aunque los amantes se pierdan el amor quedará. Y la muerte no tendrá señorío.
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