Hay ciudades que esconden tesoros dormidos,
la frágil memoria de tiempos pasados,
enormes murallas que guardan latidos,
de crueles batallas, de amores perdidos.
Hay silencios que encubren terribles destinos,
la bestia indolente que acecha a los niños,
amargo es el llanto que deja ese frío,
lamento del pobre humillado y vencido.
La sombra del juicio es también alargada,
ampara de oficio la fina coartada,
al maulas de turno y su plan vitalicio;
no temas Mauricio que no pasa nada.
Hay pasiones que atienden amor y castigo
y cigüeñas que vuelan dejando un suspiro,
el aire que un día será suficiente;
de mares dormidos traerán los bígaros.
Hay palabras que unidas agitan naciones,
la patria es pequeña y no tiene balcones,
luchar a morir con un par de sandalias;
apenas me quedan cincuenta y dos letras.
La vida se pone de parto otra noche,
estrellas fugaces que mueren de celos,
deseos que llegan a un punto y aparte.
Los sueños que un día pusimos a trabajar.
Javier Bergia.
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