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lunes, 20 de septiembre de 2010

Búsqueda.

Buscala a ella. A ella que supo ser la mejor amiga y la peor de las amantes. Ponete la mochila al hombro y soborná al primer rayo de sol. Buscála en bares, en kioscos, en las tapas de los diarios. Buscála entre las amarillas hojas que campean en ciertas fantásticas antologías. Estrechá manos y buscala en el reflejo de los ojos de los insomnes, aquellos que rompen la monotonía de fríos vagones. Buscála también esquivando el panfleto de ciertos evangelistas, los de la VERDAD revelada. También dando la espalda al universo de sombras que amenazan tu tan ansiada soledad. Buscála en las nubes (a las nubes podés llegar en avión o en globo, nada de drogas…). Buscála en la mira del oxidado fusil de un veterano o dentro de las retiradas botas de cierto general conservado en alcohol. Podés rastrearla en las huellas marcadas a fuego de las Madres en La Plaza (donde todos los días siguen siendo jueves) o en las líneas de las valientes manos de Las Abuelas, alzadas en un puño. Buscála entre las otras mujeres, tan concientes de mis propias perversiones. Ganate la confidencia de los locos y el guiño cómplice de los niños. Buscála y en el camino tratá de escaparle a las mediocres ficciones, a los versos de apuro y a ciertas historias tan rebeldes, tan de bolsillo. Buscála despertando sorpresa y escándalo, nunca mostrando la hilacha de tu conocida impostura. Y cuando la encontrés hacete el boludo, silbá bajito y seguí de largo. Que vas a estar cumpliendo recados de un muerto.

(Río Gallegos - Julio 2010)

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