En alguna parte leí que un apretado tejido de infortunios labra la historia de los hombres, desde la primera aurora, pero a mí me agrada suponer que hubo períodos tranquilos y que por un inapelable golpe de azar me toca vivir el momento, confuso y épico, de la culminación. Dirán, tal vez, que éste es el clamor, nada filosófico, de un sujeto oscuro y apocado; yo replicaría que, justamente, porque soy un sujeto oscuro y apocado, es curioso, aún significativo, que pueda testimoniar sobre más de un hecho tremendo. Sirva de prueba: Yo he visto, con mis propios ojos, el fin, el derrumbe, la aniquilación de una gran dama. Como siempre ocurre (por mucho que aguce cada cual la facultad de prever) inesperadamente, actores y espectadores, nos encontramos en medio de la tragedia.
Bioy Casares
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