Los hechos comienzan a abrumarme, y enseguida siento una opresión en el pecho. Luego se desencadena una avalancha desordenada: Mis padres, mis esposas, mis novias, mis hijos, mi granja, mis animales, mis hábitos, mi dinero, mis clases de música, mi ebriedad, mis prejuicios, mi brutalidad, mis dientes, mi cara, mi alma. Y no me queda más remedio que clamar: ¡No, no, aléjense de mí, malditos! Déjenme en paz! ¿Pero pueden acaso dejarme en paz? Me pertenecen, son míos.
Si la gente se desmorona frente a ti, no deberías intentar reconstruirla. Deberías dejar que ellos mismos recompongan sus fragmentos.
Saul Bellow
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