Nos miramos a los ojos, nos reímos
nos tenemos en la punta de la lengua
pero sólo somos los nombres que elegimos
escritos al dorso de nuestras vidas
replegadas en un papel de cigarrillo que,
con suerte, fumaremos esta noche.
Ahora, de a uno, por turnos, partimos.
En la galería, entre jazmines y malvones,
la abuela nos sonríe sin vernos, absorbida,
por la infinita bufanda que teje.
Alberto Szpunberg
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