¿Qué mayor desgracia para mí que recordar tu nombre? ¿O reconocer tu rostro mañana?
(Enrique IV, segunda parte, acto II, escena II)
No debería uno contar nunca nada, ni dar datos ni aportar historias ni hacer que la gente recuerde a seres que jamás han existido ni pisado la tierra o cruzado el mundo, o que sí pasaron pero estaban ya medio a salvo en el tuerto e inseguro olvido.
Hablan los libros en mitad de la noche como habla el río, con sosiego o desgana o la desgana la pone uno con su propia fatiga y su propio sonambulismo y sus sueños, aunque esté o se crea muy despierto.
Javier Marías.
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