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Nos mudamos de espacio. Enlace permanente a nuestro espacio menor.

martes, 17 de enero de 2012

De un audio de Jorge Lanata.

¿Encontraré a la Maga? Hiciste con nosotros algo que no se hace, nos mostraste la mujer ideal. Después de eso todos buscamos a la Maga en Paris o en Sarandieu, haciendo huevos fritos, escuchando a Charlie Parker, haciendo el amor en una cama rodeada de libros, plumas de gallina, un perro, ollas sucias, decenas de vasos con puchos apagados, un tratado sin abrir de Masters y Jonhson.
¿Encontraré a la Maga? Vos nos dijiste Julio que podíamos encontrarla, no buscarla, que la Maga iba a aparecer sin necesidad de una cita, que la misteriosa ecología de la ciudad iba a juntarnos. Por tu culpa, Julio, las parejas salen separadas a encontrarse, la ciudad está cubierta de personas con aire desconcentrado que cabecean como un boxeador después de un golpe, que espían en las esquinas buscándola a Ella...
Te metiste en la vida, no pasa un solo embotellamiento en que no recuerde la autopista del sur; frente a cualquier discusión, particularmente las discusiones tontas, la memoria me dicta elecciones insólitas... ¿Te acordás? A uno le piden que elija y le dan un calentador Primus, una banana, una rubia de costumbres elásticas.
Para desconcierto de la población y del obispo local nos quedamos con la banana. Me aterra tu posibilidad de vomitar conejitos a la mañana: Julio, ya es suficiente que a la mañana el sueño duele en los ojos o el meo se resista a salir. No puedo perdonarte lo de los conejitos. Tampoco lo del límite. Yo vivía tranquilo imaginando esa pared, no tenías que decirme que la pared era una soga que se podía saltar, en ese ring los contornos se pierden, la conciencia se pierde. Vivíamos tranquilos en nuestro metro cuadrado hasta que apareciste. “El hombre más alto del mundo” como escribió alguna vez García Márquez, con los ojos separados como los de un novillo, el brazo en alto señalando hacia allá, hacia allá, a la conciencia, a la soga, a lo extraordinario, lo extraordinario saltándonos encima como un gato, al miedo y a la risa, Julio, Julio...
Es natural que interpretes esto como un reproche. Yo quería ser feliz, hacer asados, mirar como despegan los aviones en el aeroparque, no necesitar a la Maga, no plantearme siquiera si la vida tiene más de una dirección: tiene una sola, y es el futuro, no hay dos futuros, hay el mío, no hay conejitos en la garganta, no hay instrucciones para subir una escalera. Yo quería ser feliz, imaginarme hasta acá, no hasta allá, no a donde nunca podré llegar, sacudirme la libertad como una araña del pantalón. Tirarme la araña a la cabeza, eso hiciste. Pelo de araña, mi cabeza se mueve lentamente, nunca sé en que puede terminar, volverme cursi y niño, abrirme a la confusión. Te imagino cada vez que miro por la ventana, o por un tunel o por un ojal, sé de memoria que podés estar en cualquier sitio, ahora mismo cagándote de risa.

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