El día que esos ojos negros de gato a medianoche, amarillos y de oscuros y perversos brillos me miraron desafiantes saliendo del hampa, supe que eran esos y no otros los que alguna vez había soñado encontrar.
Si existía una razón para que la inocencia dejara de ser, para anhelar mancharse de noche, eran unos ojos como esos que en sueños me miraron una vez y se escondieron en la sombra.
Cada noche regresé esperando encontrarlos de nuevo, y cada noche eran distintos, eran de otro los dientes y los mordiscos. Caminé vagabundo y errante por las sombras y parajes desiertos donde la luz no se atrevía a llegar. Conocí la maldad y a monstruos de monstruosas mutaciones. Besé tentáculos y cuernos, ponzoñas y aguijones, bebí venenos dulces y amargos y fui mas allá, al limite, donde ya no se puede asegurar si la vida ha dejado de ser realidad para convertirse en sueño, o si el purgatorio y el infierno se encuentra a unos pocos metros del centro, pero de noche.
Daniel Pit.
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