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miércoles, 5 de febrero de 2014

La leyenda de 1900 (o la leyenda del pianista en el océano)


- ¿Qué has estado haciendo todos estos años?
- Música.
- ¿Aún durante la guerra?
- Aún cuando nadie bailaba. Aún cuando las bombas estaban cayendo. Seguí tocando hasta que el barco llegó aquí. 
- Ven conmigo. Veremos los fuegos artificiales desde el muelle, luego comenzaremos desde la nada. A veces así son las cosas, tienes que volver al comienzo. El mundo escucharía cada palabra tuya, enloquecerían por tu música.
- Toda esa cuidad… simplemente no se podía ver el final. El final. Por favor ¿puedes mostrarme dónde termina? Yo estaba muy bien en esa pasarela y estaba contento también y no tenía dudas sobre bajarme. Ese no era el problema. No fue lo que vi lo que me detuvo. Fue lo que no vi ¿puedes entender eso? Lo que no vi. En esa ciudad caótica había de todo excepto un final. No tenía un final, lo que no podía ver era el lugar donde terminaba. El fin del mundo.
Toma un piano por ejemplo. Las teclas comienzan, las teclas terminan. Saber que hay 88 de ellas y nadie puede decirte lo contrario. No son infinitas, tú eres el infinito, y en esas 88 teclas la música que puedes hacer también es infinita. Me gusta eso. Con eso puedo vivir. Pero me subes a esa pasarela y extiendes un teclado con millones de teclas y esa es la verdad, no tiene fin, ese teclado es infinito. Pero si ese teclado es infinito no hay música que puedas tocar. Estás sentado en el banquillo equivocado. Ese es el piano de Dios.
Viste las calles? Hay miles de ellas ¿Cómo eliges sólo una? Una mujer, una casa, una porción de tierra propia, un paisaje para contemplar, una forma de morir. Todo ese mundo sobre ti sin que tú sepas donde termina ¿No tienes miedo de volverte loco de sólo pensar en ello? Nací en este barco, el mundo me pasó de largo. Aprendí a vivir de esa manera. La tierra… la tierra es un barco demasiado grande para mí. Es una mujer demasiado hermosa. Es un viaje demasiado largo. Un perfume demasiado fuerte. Es una música que no sé cómo tocar. No puedo bajarme de este barco. A lo sumo puedo hacerme a un lado de mi vida.

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