A buenas horas. Cuánto desperdicio, cuántas vidas arrebatadas para nada. Cuántas generaciones de individuos engañados y fanatizados, con una sola idea fija en la que encontraban la comodidad del refugio y que los eximía de pensar por su cuenta. Cuántas personas que han tenido que renunciar a una existencia normal y libre, permanentemente amenazadas de muerte por sus ideas, o por estar en desacuerdo con los etarras, que ni disensión admitían. Cuánto veneno esparcido, un veneno que en modo alguno va a cesar "definitivamente", sino que ya está en la sangre de buena parte de la sociedad, y para el que además no hay antídoto.
Javier Marías
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