Edgar Allan Poe - Fragmento de una carta al poeta James Russell Lowell, 1844.
(El arte que acompaña pertenece a Noelia Perez, platense salamandra emprendedora, a quien agradezco de corazón tan inesperado regalo)
| Hermann Hesse (Arte de Graciela Rodriguez, Conjuros - 2009) |
Andrea Jeftanovic (Las fotografías son de la serie SER de Eduardo Aguirre, 2006) |
Ernesto Sábato (Discurso pronunciado durante la presentación del Plan Nacional de Lectura en mayo de 2004) |
¿Y si juntos somos soledades? Soledades tan vastas que terminan saciándonos, que nos hacen creer que nos complementamos, cuando en realidad llenamos un vacío propio con un vacío ajeno.
(El arte es de Stanislav Sidorov)
No pude convertirme en nada: ni en bueno ni en malo, ni en un sinvergüenza ni en un hombre honesto, ni en héroe ni en insecto. Y ahora estoy alargando mis días en mi esquina, torturándome con el amargo e inútil consuelo de que un hombre inteligente no puede convertirse seriamente en nada; de que tan solo un idiota puede convertirse en algo.
Fiodor Dostoievski
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A buenas horas. Cuánto desperdicio, cuántas vidas arrebatadas para nada. Cuántas generaciones de individuos engañados y fanatizados, con una sola idea fija en la que encontraban la comodidad del refugio y que los eximía de pensar por su cuenta. Cuántas personas que han tenido que renunciar a una existencia normal y libre, permanentemente amenazadas de muerte por sus ideas, o por estar en desacuerdo con los etarras, que ni disensión admitían. Cuánto veneno esparcido, un veneno que en modo alguno va a cesar "definitivamente", sino que ya está en la sangre de buena parte de la sociedad, y para el que además no hay antídoto.Supongo que usted todavía es joven no entiende estas cosas. Me refiero a que a medida que pasan los años, la vida no es más que un constante proceso de pérdida. Todo aquello que le importa en la vida va cayendo de sus manos como los pétalos de una flor. Y lo único que obtiene a cambio son imitaciones sin valor. Sus capacidades físicas, sus esperanzas, sus sueños e ideales, certezas y personas amadas: todas esas cosas van desapareciendo una por una de su lado. Se despiden y se marchan o cierto día desaparecen de repente sin previo aviso. Una vez desaparecidas, nunca más podrá volver a tenerlas. Tampoco encontrará nada que las sustituya. Es bastante penoso. A veces resulta de una angustia martirizadora.
Murakami
Entonces está el amanecer y una fría soledad en la que caben la alegría, los recuerdos, usted y acaso tantos más. Está este balcón sobre Suipacha lleno de alba, los primeros sonidos de la ciudad. No creo que les sea difícil juntar once conejitos salpicados sobre los adoquines, tal vez ni se fijen en ellos, atareados con el otro cuerpo que conviene llevarse pronto, antes de que pasen los primeros colegiales.
¿Por qué la inteligencia nos aleja de la esperanza? ¿Es que no hay en
la vida algo que valga la pena? ¿Es que no hay una gloria cuyo precio no
parezca finalmente abusivo? Quiero apostar, conde Soderini. Tengo dinero,
poder, fuerza y juventud. Dígame por favor en qué debo gastar esta fortuna.
Dígame cuál entre las cosas de este mundo es la más valiosa.
Me atrae ardientemente la belleza. ¡Cuántas veces he deseado trabajar una novela que, como las de Flaubert, se compusiera de panorámicos lienzos…! Mas hoy, entre los ruidos de un edificio social que se desmorona inevitablemente, no es posible pensar en bordados. El estilo requiere tiempo, y si yo escuchara los consejos de mis camaradas, me ocurriría lo que les sucede a algunos de ellos: escribiría un libro cada diez años, para tomarme después unas vacaciones de diez años por haber tardado diez años en escribir cien razonables páginas discretas.
Ahora tengo la cabeza despejada —pensó—. Demasiado despejada. Estoy tan claro como las estrellas que son mis hermanas. Con todo, debo dormir. Ellas duermen y la luna y el sol también duermen y hasta el océano duerme a veces, en ciertos días, cuando no hay corriente y se produce una calma completa.