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domingo, 1 de abril de 2012

La locura que llega con la soledad



De vez en cuando me visita, prepara un café y comparte un cigarro. Esa es siempre su forma de decir "te quiero". Y todo eso sin una palabra, siempre cómplices y sinceros. Siempre de besos sabor ceniza.

No engañemos a nadie. Mis palabras van destruyendo todo aquello en lo que una vez creí en esta compasión imposible, coleccionista de miedos, conquistador de la nada. Y viéndola entrar entre luna y sortilegio estaré siempre detrás de un triste cigarrillo, hipnotizado casi al borde de su abismo, adivinando los demonios que siguen en las paredes, presintiendo un olor conocido y saboreado, de libro viejo, como aquel de Borges que a pesar de los años me sigue recordando a la vainilla.


Ahora estoy justo donde quiero estar. Vos seguramente me olvidarás con el tiempo o quizás no, pero nadie se ha muerto por eso.
El tiempo se llena de amarguras al caer la noche, de recuerdos que dibujan la melancolía. De amores perdidos, de amores imposibles o secretos, de mujeres que se fueron y de otras que nunca llegaron. En ese tiempo cuando nuestro mundo estaba recién creado y nuestras tardes eran blanco y negro. En esas tardes, crazy calavera, en que todos los pájaros del mundo venían a recordarnos que estábamos vivos, cuando todas las calles de la ciudad tenían tu nombre.
Tengo noches en las que hasta mis fantasmas se suicidan. Es tarde, diez minutos antes de que las estrellas salgan a jugar y sigo siendo un perro más.
El amor nos marca, somos pasado. El amor nos marca cicatrices que no hacen otra cosa que dibujar el camino a seguir. Tengo tatuadas esas heridas como si fueran precipicios. Pero seguís por acá hoy, en el cumpleaños de nuestra soledad y yo tratando de descubrir el vientre de la lluvia. Yo que sólo fui un pasajero de tus sueños, que sigo rascando esa herida porque sé que así no sanará que es lo mismo que no olvidarte.


Es tarde ya. Es tarde en todos los relojes del mundo. Siempre es tarde al filo de todas las madrugadas. A veces en ese instante se nos pasa la vida entera. Ella era como tratar de descifrar un rayo de sol, como querer entender las razones de una flor.
Ahora las flores contaminan, huelen a rancio, a San Valentín de otro, a Navidad robada de una postal barata. ¿Cómo olvidar sus manos cuando el único destino posible era una caricia?
Yo mientras tanto me sigo contando mentiras antes de dormir. Como verás, sigo siendo igual.
Gracias al menos puedo darte por dejarte encontrar, por irte después y permitirme disfrutar de la dulce locura que llega con la soledad.


Río Gallegos - Abril de 2012

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