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jueves, 12 de abril de 2012

Aquellos soldaditos de plomo

Hay pampas en vez de sabanas, gauchos por guajiros y mate a la hora del café. Pero las infancias son las mismas hambrunas y perros ajenos, juguetes baratos y ausencias. Así me veo en la niñez que entona Víctor Heredia, me reconozco en sus descubrimientos, en sus perplejidades, en sus dudas.
Después quisieron sienciarlo. Lo marcaron por defender al débil y poner verbo a su esperanza. Hoy muestra sus voces interiores, su tierno canto de desquite. Lamento mi impericia en preludios a tan sensible desnudez. Pero sé agradecer la nutrición, el mapa del abrazo en el que muchos ya no estaremos solos.
Gracias, Víctor, por estos otros cantos de nuevo verdaderos.

Silvio Rodriguez, La Habana, abril de 2011.

Solos

No intentes decirme que hacer, no intentes.
Vuelvo sobre los pasos de los que cuecen
absurdas voces clandestinas
¿Ves?
No existo.
No te afanes en mí, no soy,
no estuve nunca.
No me creas.
No te creo.
Eso es peor que odiar, no llores
ya hubo llanto en otras noches
y hasta un cielo cobijando soledades.
Ahora espera a que el silencio
nos despoje de esa nada
que creció entre nosotros.
¿Ves? Ya pasó.
Estamos solos.

Víctor Heredia

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