A la sospecha de imperfección universal contribuye
este torpe recuerdo que me legas,
una cara entre espejos y platillos sucios.
A la certidumbre de que el sol está envenenado,
de que en cada grano de trigo se agita el arma de la ruina
aboga la torpeza de nuestra última hora
que debió transcurrir en claro,
en un silencio donde lo que quedaba por decir
se dijera sin menguas.
Pero no fue así, y nos separamos
verdaderamente como lo merecíamos,
en un café mugriento, rodeados de larvas y colillas,
mezclando pobres besos con la resaca de la noche.
Julito - Salvo el crepúsculo
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