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domingo, 2 de enero de 2011

A mi hermano Haroldo.

Escuchamos el ruido del motor creciendo desde lejos. Estábamos en el muelle, de pie, esperando. Haroldo balanceaba el farol con un brazo; con el otro envolvía a Marta, que temblaba de frío. El faro buscahuellas atravesò la neblina y nos encontró. Saltamos a la lancha.
Remontamos un arroyo angosto, luego otro más ancho, y desenbocamos en el rìo. Me alcè en la popa. Haroldo se habìa parado a mi lado. Me hizo volverme y lo vi, un enorme sol de cobre estba invadiendo la boca del rìo. Haroldo conoce como pocos este mundo del delta. Sabe cuáles son los buenos lugares para pescar y cuáles los atajos y los rincones ignorados de las islas; conoce el pulso de las mareas y las vidas de cada pescador y cada bote, los secretos de la comarca y de la gente. Sabe andar por el delta como sabe viajar, cuando escribe, por los túneles del tiempo. Vagabundea por los arroyos o anda días y noches por el río abierto, a la ventura, buscando aquel navío fantasma en que navegó allá en la infancia o en los sueños; y mientras persigue lo que perdió va escuchando voces y contando historias a los hombres que se le parecen.
Triste, solo y manso, Haroldo vive al ritmo del río, que corre sin apuro. Cuando llega la violencia, le sube de a poco, como crece suavemente el agua, pero que se cuiden los hijos de puta: la corriente alzada arranca àrboles y casas: lo he vistoe mbestir y le conozco las furias.
¿Cuàntos naufragios sufriò mi hermano Haroldo, ademàs de aquel que le rompiò el barco contra las costas del Brasil? ¿Cuàntas veces creyò descubrir, en la bruma, la perdida nave azul? ¿Cuántas veces se reventò contra las rocas? ¿Para qué escribe mi hermano Haroldo si no es para salvarse y salvar lo que merece ser salvado?.
Los pescadores van y vienen por el Paranà. ¿Qué aventuras prometen o devuelven, hermano Haroldo, el rìo barroso y la alta mar? ¿Encontraràs lo que venìs persiguiendo, un mediodìa cualquiera, en el centro de las aguas o del cielo? ¿O has descubierto ya que tu navío imposible viaja por los caminos del jodido mundo? ¿Es dura la travesía hermano? ¿Andar duele? Al final del recorrido no està la etrenidad sino nosotos. No te detengas. No te vayas a caer, que te andamos precisando. El rìo se vuelca en la gran vertiente y moja y abraza las islas solitarias. Asì nos dan tus palabras agua y calorcito.
¿Está muerto? Quién sabe. Hoy hace una semana que lo arrancaron de su casa. Le vendaron los ojos y lo golpearon y se lo llevaron. Tenìan armas con silenciadores. Dejaron la casa vacía. Robaron todo, hasta las frazadas. Los diarios no publicaron una línea. Las radios no dijeron una palabra. El diario de hoy trae la lista completa de las victimas del terremoto de Udine, en Italia.
Hoy Marta me estrujò llorando, y me dijo: "Dame fuerzas". Ella estaba en la casa cuando ocurriò. Tambien a ella le habìan vendado los ojos. La dejaron despedirse y se quedó con un gusto a sangre en los labios.
Hoy hace una semana que se lo llevaron y yo ya no tengo còmo decirle que lo quiero y que nunca se lo dije por la vergüenza o la pereza que me daba.

Buenos Aires, 12 de mayo de 1976.

Eduardo Galeano - Extraído de "Haroldo Conti, Biografia de un cazador"

Haroldo Conti, además de escritor fue seminarista, vendedor, maestro rural, profesor de latín, piloto civil, empleado bancario, navegante y guionista de cine, entre otras ocupaciones.
Quien también fuera colaborador de la revista “Crisis” no tuvo un final feliz. El 5 de mayo de 1976 su secuestro fue llevado a cabo en el marco de la dictadura militar argentina por un Grupo de Tareas del Batallón 601 de inteligencia del glorioso Ejército Argentino. Desde entonces continúa desaparecido. No hay registro de su paso por ningún centro de detención clandestino.
"Mis novelas -afirmó Haroldo una vez- son bastante testimoniales, aunque uno al decir testimonial piensa enseguida en el testimonio de un marco social o político. Yo doy el testimonio de un hombre, y a través de él enfoco el contorno; generalmente doy testimonios de soledades. Creo que tocando la soledad de un hombre, se toca la soledad de muchos o quizá de todos".
Hacia sus últimos años, Conti buscó su camino en una lucha política clara, abierta y definida; apoyó la Revolución Cubana, cuyo descubrimiento lo deslumbró, y la tarea del sindicalista Agustín Tosco y los frentes legales que adherían al Partido Revolucionario de los Trabajadores en la Argentina.
"Me reconozco en las pequeñas cosas y las pequeñas vidas sin residuo de historia. En el inmenso tejido de los acontecimientos, de los gestos y de las palabras de que está compuesto el destino de un grupo humano. Prefiero quedarme, a riesgo de perderme con ellos, con el gesto y la palabra y no con el resumen, el hito o la pauta. Y acaso parte del compromiso o de la tarea consiste en eso. En contar una historia de los hombres y no la Historia a sacas. Yo soy escritor nada más que cuando escribo. El resto del tiempo me pierdo en la gente. Pero el mundo está tan lleno de vida, de cosas y sucesos, que tarde o temprano vuelvo con un libro".

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