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miércoles, 12 de enero de 2011

La pura verdad.

Si ustedes lo permiten, prefiero seguir viviendo.
Después de todo y de pensarlo bien, no tengo motivos para quejarme o protestar, siempre he vivido en la gloria: nada importante me ha faltado.
Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor y miedo y apremio.
Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; tuve sueños espantosos y buenos amores, ligeros y culpables.
Me averguenza verme cubierto de pretensiones; una gallina torpe, melancólica, débil, poco interesante, un abanico de plumas que el viento desprecia, caminito que el tiempo ha borrado.
Los impulsos mordieron mi juventud y ahora,
sin darme cuenta, voy iniciando una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a cualquiera o aburrir de golpe.
Mis errores han sido olvidados definitivamente;
mi memoria ha muerto y se queja con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.
El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme, pero lo he derrotado para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán algun día.
Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la
Cenicienta, aunque algunos me recuerden con cariño o descubran mi zapatito y también vayan muriendo.
No descarto la posibilidad de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la inclemencia.
La crueldad no me asusta y siempre viví deslumbrado por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne perfecta.
Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:
sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.
Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra; compartir este calor, esta fatalidad
que quieta no sirve y se corrompe. Puedo hablar y escuchar la luz y el color de la piel amada y enemiga y cercana.
Tocar el sueño y la impureza, nacer con cada temblor gastado en la huida. Tropiezos heridos de muerte; esperanza y dolor y cansancio y ganas. Estar hablando, sostener esta victoria,
este puño; saludar, despedirme
Sin jactancias puedo decir que la vida es lo mejor que conozco.

Francisco "Paco" Urondo.
Escritor y periodista argentino, nacido en 1930, fue director general de cultura de la provincia de Santa Fé y director del departamento de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Militó en Montoneros y fué acribillado en Mendoza en 1976 en una emboscada preparada por una fuerza conjunta entre la policía y el ejército.
"Empuñé un arma porque busco la palabra justa"

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