Baley tuvo una visión. El sol descendía hacia el horizonte porque la superficie del planeta se apartaba de él a dos mil kilómetros por hora. El planeta giraba bajo aquel sol desnudo, indefenso ante las hordas de microbios llamados hombres, que se desparramaban sobre su superficie. El planeta giraba locamente, eternamente, giraba, giraba...
Isaac Asimov
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