(El dinosaurio, Augusto Monterroso)
Cuando el dinosaurio despertó, los dioses todavía estaban allí,
inventando a la carrera el resto del mundo.
(Otro dinosaurio, Eduardo Berti)
Cuando despertó, suspiró aliviado: el dinosaurio ya no estaba allí.
(El dinosaurio, Pablo Urbanyi)
Cuando despertó, el dinosaurio le dijo: "Buenos días".
(El dinosaurio educado, Fabián Vique)
Cada soñador (¿o habría que decir durmiente?) tiene su dinosaurio,
aunque lo común es que no lo encuentre al despertar. Soñadores impacientes despiertan
siempre antes de que sus dinosaurios lleguen y dinosaurios impacientes se van
antes de que sus soñadores despierten. Lo admirable del cuento de Monterroso consiste
en presentar el único caso en el que el tiempo del soñador coincidió con la
paciencia del dinosaurio y la impaciencia de un considerable número de
lectores.
(Los dinosaurios, el dinosaurio, Raúl Brasca)
Y cuando despertó, el dinosaurio seguía allí. Rondaba tras la ventana tal y como sucedía en el sueño. Ya había arrasado con toda la ciudad, menos con la casa del hombre que recién despertaba entre maravillado y asustado. ¿Cómo podía esa enorme bestia destruir el hogar de su creador, de la persona que le había dado una existencia concreta? La criatura no estaba conforme con la realidad en la que estaba, prefería su hábitat natural: las películas, las láminas de enciclopedias, los museos... Prefería ese reino donde los demás contemplaban y él se dejaba estar, ser, soñar. Y cuando el dinosaurio despertó, el hombre ya no seguía allí.
(El dinosaurio, Marcelo Báez)
Le pregunté a la culta dama si conocía el cuento de Augusto Monterroso titulado "El dinosaurio".
-Ah, es una delicia -me respondió- lo estoy leyendo.
(La culta dama, José de la Colina)
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