Ilustración de Carlos Dearmas. 2009
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Uniendo manos con pies, pecho con garganta, vive en ese cuerpo. Como cualquiera. Como el beso que se metió en tu boca. Y canta y sigue cantando para salvarnos del suicidio diario de vivir, contagiando continentes, en cada semáforo y en la cancha también, en cementerios, trenes y hospitales. Príncipe y mendigo, hidalgo caballero de la triste figura, dragón de tres cabezas, expreso en la medianoche de nuestro corazón. El flaco me contó un secreto y me lo contó en un sueño, con su camisa de chulo y una hoja de Gillette colgando en cada oreja. Jodido, todo hueso y diamante, contó su secreto:
- Si alguna noche compañero -me contó- no tienes ganas de encender la tele ni de escribir ni de leer o simplemente ya no tienes ganas de respirar, ponte una de Sabina. Entonces y sólo entonces sabrás que todo va a estar bien.
- Si alguna noche compañero -me contó- no tienes ganas de encender la tele ni de escribir ni de leer o simplemente ya no tienes ganas de respirar, ponte una de Sabina. Entonces y sólo entonces sabrás que todo va a estar bien.
Y yo que esa noche llevaba mis dos manos de repuesto le hice caso y busqué una, de puro buscón nomás.
Río Gallegos - Junio de 2014
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