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domingo, 5 de mayo de 2013

El Pájaro Speed y su banda de corazones maleantes - Fragmento


Siempre observaba el cielo por las mañana. Las nubes, el aire, esa red invisible que se teje allá arriba me indica si va a ser un día claro o un día oscuro. Un día claro es aquel donde te puedes enamorar sin problema, un día donde sales y la luz te abraza, enciendes un cigarrillo, respiras el aire limpio de la mañana y te lanzas al vacío tranquilamente y las nubes te reciben con lo brazos abiertos, te dan ganas de besar a las mujeres y ser su sangre, ser sus tetas, te dan ganas de llenar los arboles de cerveza y chocolate, ganas de meterte a un parque y no salir de allí nunca más. Un día oscuro es aquel que huele a pólvora, es aquel que te produce la sensación de que el corazón estalla en cuatrocientos pedazos sangrientos, es un día que te pone en la línea de fuga, te molesta, te pellizca, es una piedra en el zapato, no hay nada que hacer, lo mejor es una pistola porque el vértigo del día se concentra en tus manos, es un día donde tal vez te des cuenta de que toda esta mierda es una gran ruleta rusa donde la bala de fatiga te vuela los sesos. Estás en el interior de una náusea. La oscuridad te rodea y los objetos, los rostros, las voces, las aves, tus olores, todo, todo, todo entra en aquella oscuridad y te das cuenta de pronto cuando sales al umbral de la puerta que la mañana es un remolino eterno lleno de cadáveres que tienes que atravesar.

Rafael Chaparro

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