Su mundo es un mundo inaccesible. Ella una danzarina perdida en una noche anterior, como si fuera en otra vida, sintiendo al dolor metiéndose en el cuerpo. Es un sonámbulo moviéndose en una pesadilla. Siente, como se siente la maldición de un conjuro, que algo no encaja y trata de llegar a esas emociones, de las más primitivas. Lo siente en su sexo dormido, en su apagado deseo. Sufre su esperanza de una decadencia irremediable. Es como la lluvia que no tiene voluntad ni conciencia de sí misma. Mira el cielo, ese cielo tan cotidiano y hoy de pronto tan diferente y ya no se mira las manos. No quiere ver cómo le tiemblan. Y cierra el corazón simplemente para restañar las heridas que tanto pasado deja en el alma.
Y llega otra vez la angustia como un perfume maldito sobre una segunda piel. Angustia más allá de lo imaginable y ella y su miedo esperando que algo terrible salga de toda esa oscuridad. Sabe que va a perder, lo sabe y pelea, pelea aun sabiendo que va a perder. Sabiendo que solo seguirá encontrando más dolor.
Fuimos los protagonistas de este drama definitivo en un escenario perfectamente irreal. Ya no sé de amores eternos ni de los otros pero sé la verdad. La leo en cada pesadilla, en esos ojos terribles que me miran. Una traición, me ha vencido una traición. Tu ternura fue un instrumento cruel, nacido del miedo y de una oscura venganza. Me convertí en esto por vos y vos ni siquiera eras quien yo creía. No alcancé a comprenderte, a saber cuánto buscabas en mí. Se dijeron cosas que sin ser falsas tampoco eran del todo ciertas. Ese fue el principio del fin de nuestros sueños, una alucinante marcha bajo una luna de fantasmas que venían en oleadas silenciosas, casi invisibles. La traición es una sola, los traicionados somos todos. Los traidores también somos todos.
Hoy más gris que nunca, infinitamente triste, soy un perro extrañando la luna que al filo de la mañana espera la noche. Soy una sombra que te come. Te respiro atrapado por la magia de mi dama soledad, aprisionado en los hilos de un enigma, con la lluvia por afuera y el fuego por dentro camino fumando sueños. Sigo siendo aunque no pueda, el tipo ese que todavía espera el regreso de su mitad lejana. La noche es negra y sólida como en un gotear de tiempo espeso y sin retorno. Tiempo de hoy y de ahora, tiempo de tiempos violentos y desgarrados. Las luces se han apagado y ya no queda otra cosa que la oscuridad y los moradores de la oscuridad. Es un instante del silencio más profundo, un segundo donde parece sentirse el latido mismo de este pantano urbano. Y que le voy a hacer, si sobre las sombras de la noche, hoy la lluvia se detenía solo para dibujar tus ojos.
Ahora camino con la luna bostezando en un bolsillo, robándole besos a una nube extraviada y perdiéndome en la noche a lomos de un caballo de madera despintada y al filo de un horizonte de neones y hambrientas bocas de lobo. Camino hasta el día en que necesite saber de tus pasos. Hasta el día en que se te ocurra mirarme un poco más.
Y vos que siempre me hablabas usando la noche como máscara. La noche espléndida y el silencio y los fantasmas y sus recuerdos. Y mientras tanto el sol sigue estando demasiado asustado como para mostrar su cara sobre esta sórdida ciudad.
Te vi en mis sueños y en mis amaneceres, vos también me viste pero todavía no lo sabías. Ya no tengo necesidad de pensar en vos, ahora solo tengo que sentirte. Julio susurra en mi oído: “Ella sufre en alguna parte. Ella siempre ha sufrido…”
Río Gallegos - Marzo de 2011.
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